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Existen alternativas para un modelo de movilidad laboral justo

Existen alternativas para un modelo de movilidad laboral justo

Autora: Cristina Fuentes Lara/ Coordinadora de Investigaciones de Fundación porCausa. Las personas se desplazan constantemente a lo largo del mundo. Las razones que motivan esa movilidad varían en función del contexto vital de cada individuo, sus condiciones personales, su situación económica y, de forma muy significativa, de su país de origen. El pasaporte que se posee condiciona, regula y, en muchos casos, restringe los derechos y las oportunidades de movilidad, revelando la existencia de un sistema global profundamente desigual. 

En el ámbito concreto de la movilidad laboral, los datos de la Organización Internacional del Trabajo (2024) revelan que son 169 millones las personas que migran por razones de trabajo, es decir, el 5% del total global de personas en movimiento. Lejos de tratarse de una problemática en sí misma, puesto que la movilidad humana ha existido desde siempre. El problema aparece cuando este fenómeno tiene lugar dentro de estructuras que perpetúan desigualdades y se desarrolla en un marco de silencio tanto institucional como mediático. 

Desde la Fundación porCausa hemos llevado a cabo un análisis de cerca de 50 programas de movilidad laboral en cuatro continentes. La mitad de ellos ha sido evaluada como experiencias exitosas. Estas iniciativas nos ofrecen evidencia de que es posible concebir y aplicar modelos alternativos de movilidad que estén basados en principios de reclutamiento ético, en la garantía de derechos básicos y en la creación de comunidades verdaderamente inclusivas. Lo que demuestra esta investigación es que hoy existen propuestas viables y sostenibles en las que todas las partes implicadas —países emisores, países receptores y personas migrantes— obtienen beneficios que superan ampliamente los riesgos asumidos. Estas experiencias constituyen una base sólida para imaginar una arquitectura alternativa al sistema vigente, actualmente fragmentado, desigual y limitado por una visión exclusivamente utilitarista del mercado.  

No es casual que el debate público sobre la movilidad laboral se haya asentado, con frecuencia, en esa lógica utilitarista que reduce la migración a cifras, mano de obra o retorno económico. Sin embargo, negar la relevancia del aporte económico de la migración sería una forma de invisibilización. En el caso de España, el crecimiento económico en 2024 (3,2%) estuvo impulsado por sectores como el turismo, la agricultura o la industria, todos ellos altamente dependientes del trabajo de las personas migrantes, situándose como esenciales para nuestro sistema económico. Y aun así, este reconocimiento no siempre se traduce en políticas públicas que garanticen derechos, ni en una narrativa que humanice y dignifique esas contribuciones.

La alternativa al sistema de movilidad laboral que presenta porCausa parte del análisis de los programas exitosos y señala que existen seis momentos clave en los que es posible intervenir para transformar el actual sistema. El primero sucede antes incluso del viaje: es esencial crear vías legales y seguras de movilidad laboral, y sobre todo, garantizar que la información llegue de forma clara y accesible a quienes podrían beneficiarse. En segundo lugar, una vez iniciado el proceso migratorio, hay que reducir la burocracia y eliminar los obstáculos administrativos que muchas veces empujan a las personas a la irregularidad.

El tercer paso tiene que ver con el acceso al empleo: es urgente regular de forma justa los procesos de reclutamiento, reconocer la formación y experiencia previas, y acompañar la inserción real en el mercado laboral. Pero no basta con conseguir un trabajo. Durante la estancia en el país de destino, también deben garantizarse condiciones de vida dignas: acceso a la sanidad, a la vivienda y a redes de apoyo comunitario, combatiendo cualquier forma de segregación social. Si se produce el retorno —porque no siempre sucede— este debería planificarse con cuidado, asegurando el respeto de los derechos adquiridos, ofreciendo apoyo legal y colaborando activamente con las comunidades de origen.

Por último, todo el sistema necesita un control independiente y eficaz: mecanismos de seguimiento, espacios de denuncia seguros y una comunicación transparente entre todas las partes implicadas, desde gobiernos y empleadores hasta las propias personas migrantes.

En definitiva, resistir también es imaginar. Y en este caso, imaginar implica diseñar alternativas más justas, humanas y democráticas para gestionar la movilidad laboral internacional. Los modelos existen; ahora el reto está en que los discursos y las políticas estén a la altura de esa posibilidad transformadora.

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