Vida Sana

Un Curso de Ayurveda

Qué es Ayurveda

Artículo de Alex R. Pardo. Para quien oiga esta palabra por primera vez y no sepa nada sobre el tema la respuesta convencional será la más adecuada: Una medicina tradicional originaria de la India, posiblemente el sistema más antiguo conocido, basado en un sistema filosófico con unos conceptos del ser humano y del universo muy diferentes —y mucho más útiles— que los que tenemos ahora. Este sistema basa sus tratamientos en el uso de plantas, masajes y aceites, en el cuidado de la alimentación, en la práctica de una serie de rituales y ejercicios entre los que se cuenta la práctica de Yoga del que podemos decir ser su prolongación necesaria para alinear el cuerpo con la mente y ambos con la naturaleza y el universo, única manera de alcanzar el estado de iluminación, al que considera fin y propósito del ser humano en la vida.

Una breve aclaración y un concepto importante: Samskara

Esta última frase, la que incluye expresiones como iluminación, propósito en la vida, yoga o ritual, mas otras que sin duda irán apareciendo a lo largo de este monólogo con aspiraciones de diálogo, es fácil que despierten preconceptos o automatismos que les hagan mirarlas con sospecha, a mí mismo me ocurre dependiendo de a quién se las oiga.

¿Quién no ha escuchado alguna vez esa voz que desde el más profundo inconsciente nos impone una reacción de forma incuestionable e inmediata ante un suceso externo de apariencia inocente como pueda ser escuchar una simple palabra o ver a alguien en particular caminando por la calle?

Bien es cierto que no podemos negarle su utilidad, sobre todo de noche y en un callejón oscuro, pero cierto es también que en nuestro cotidiano vivir debe tener mucho menos protagonismo del que tiene, siendo causa muy a menudo de estancamientos cognitivos —por no decir retrasos mentales—, disfrazados hábilmente de principios inquebrantables o personalidad firme, que pueden llevarnos fácilmente a caer en la obsesión, enfermedad que con gusto el afectado intentará perpetuar entre sus descendientes.

Recomiendo, pues, en un principio, a aquellos que su voz interior no les permita continuar tras escuchar los términos mencionados, que no les den el sentido metafísico ni religioso que han adquirido con el auge del budismo y relacionen la iluminación, por ejemplo, con el estado de plenitud propio de quien conociendo sus cualidades las ha desarrollado al máximo logrando un estado de armonía con su entorno que le hace sonreír a menudo, vivir satisfecho y tener un carácter amable aunque aparentemente, desde fuera, uno no vea razones para ello.

Si lo consiguen estarán reduciendo la fuerza de un patrón de comportamiento o samskara, que no es más que la manifestación explosiva de una emoción sin haber pasado previamente por el filtro de la mente inteligente o libre albedrío, como corresponde en un individuo sano. La solución a este problema se encuentra en abrir ese espacio intermedio para que, entre la emoción acumulada y la reacción explosiva, se pueda colar la mente y hacer su labor: interpretar y decidir una respuesta. No es fácil, bien lo sabe Dios, y muchas veces esos patrones se han ido tejiendo desde la infancia, lo cual es triste y lamentable, pero no es un problema imposible de resolver.

Quédense de momento, en forma de nota mental, con la palabra clave «abrir el espacio intermedio», «crear espacio», «espacio».

Un principio fundamental y otro concepto importante: Budhi

Uno de los aspectos fundamentales de esta ciencia médica es que está totalmente apartada de la idea del «yo» como unidad básica y fundamental a partir de la cual se construye la realidad. Esta idea nos lleva a caer en el convencimiento de que el universo gira y todo existe para satisfacer de manera inmediata nuestros deseos y caprichos por retorcidos que estos sean, como podemos observar mirando el problema de Ucrania, donde resulta evidente, pero que se ve prácticamente por todas partes donde se mire. Este «yo», centro del universo, es considerado desde el Ayurveda como el elemento principal a combatir por ser producto de la ignorancia y origen de toda enfermedad, al que asocia con una mente superficial y antojadiza que corre sin control arrastrada por sus deseos y dominada por las emociones. Mentalidad, esta, muy fácilmente manipulable, dicho sea de paso.

Cualquier tratamiento ofrecido por esta medicina pasa por despertar el budhi o nuestra capacidad de decidir, de absorber la información aportada por los sentidos, filtrarla con el aprendizaje almacenado y transformarla en un acto de voluntad y coherencia con uno mismo y con su entorno, sobreponiéndose a todo ese cúmulo de preconceptos, propagandas, estímulos y sensaciones con las que tan fácilmente nos identificamos y que tan vulnerables nos hacen.

Esto lo cambia todo

El paciente, ahora, pasa a ser un elemento activo en el proceso de curación. Aquí ya no vale eso de vivir en el sofá, comer tres veces al día, caliente y abundante, y luego ir al médico a que nos dé algo para la acidez; no hay nada que dar, dos bofetadas si acaso, hay una mala costumbre que corregir y eso ha de hacerlo uno mismo.

Así que, querido lector, el carácter preventivo de la medicina Ayurveda —y de cualquier otra medicina natural— parece no solo recomendable por el beneficio individual que nos pueda proporcionar el ser conscientes de uno mismo y de sus procesos vitales sino que libera de cargas innecesarias a un sistema con clara tendencia al colapso y al manoseo, formando un conjunto coherente o por lo menos más coherente que el actual, que parece preferir tachar a la medicina tradicional y a sus practicantes de borricos y embusteros que aceptarla y delegar funciones en ella, negando al ciudadano los evidentes beneficios que ello tendría y demostrando, una vez más, la superioridad de nuestro «yo» estupendo, en este caso del que ha estudiado medicina convencional, frente al embaucador cantamantras del que nos dicen querer salvar cuando lo único que quieren es el monopolio del pastel farmacéutico y la exclusiva de la salud con adjetivo.

Piensen, por un momento, en el continente africano; resultaría imposible crear un sistema sanitario de seguridad social que cubriese a todos sus habitantes y que pudiese proveerlos de atención y medicamentos a tiempo real o tener camas disponibles para todos; sin embargo, el automatismo de la mente insiste en que ese debe ser el camino y considerará cualquier otra opción como un intento de destronar o de sabotear la noble labor del sistema al que estamos acostumbrados. Por otra parte, toda África quedaría cubierta, si los sistemas sanitarios ya existentes se apoyaran en las medicinas tradicionales, —en el conocimiento preciso que tienen sus chamanes sobre los pueblos y sus costumbres—, para que juntos, enriqueciéndose el uno al otro, lleguen a esos puntos aislados donde el sistema jamás llegará por el colapso propio del manoseo que parece llevar implícito todo sistema social y para que el colapsado y manoseado sistema recuerde el juramento hipocrático y se deje de algoritmos maravillosos en inteligencias de polietileno para centrarse en su labor: el ser humano que sufre.

Aceptar la medicina tradicional requiere cambiar de mentalidad; no es cambiar la bata blanca y el estetoscopio por el mantra y el tatuaje en la frente, que aunque está muy de moda en estos días no es más que otra de las estupideces propias del «yo» único y especial que nos creemos para evitar despertar a su somnoliento enemigo y tener algo interesante con lo que destacar en Facebook.

Percepción y realidad

Esta misma pregunta que nos hemos hecho al principio parece absurda cuando se plantea entre estudiantes o profesionales del tema; sin embargo, cuando uno se vuelve a cuestionar las cosas que ha aparcado como incuestionables, ya sea por obvias o por resabidas, puede llevarse grandes sorpresas al comprobar que ya no piensa igual, lo cual es una buenísima señal, que aquel que un día encerró aquel conocimiento en el baúl de esto es así y punto pelota. Sucede también, que las cosas por sí mismas no son nada, estas dependen de su interactuación con quien las esté observando.

Me explico:

Ese hermoso paisaje verde por donde con tanto gusto se pasea uno los domingos ni es verde ni está compuesto por lo que uno percibe a simple vista, verde es el resultado del rango cromático en el que uno vive por tener el cerebro que tiene. Piense que si en vez de ser usted el que se pasea fuese una mosca, el paisaje cambiaría totalmente. Piense también, ya de paso, por qué ha de ser su percepción más importante que la de la mosca. Determinar por tanto que la realidad es la percepción que uno mismo tiene de las cosas puede ser útil o incluso necesario por asuntos de supervivencia —de noche y en un callejón oscuro—; pero cuando solucionados los problemas de supervivencia se agarra uno a esta percepción para trepar en la pirámide social la cosa ya solo puede terminar en enfermedad, provocada por la ignorancia de ese «yo» del que hablábamos antes y que nunca tiene suficiente; pero sin duda alguna la percepción propia se convierte en degeneración absoluta cuando sin tener en cuenta todas y cada una de las percepciones ajenas se impone dándose título de verdad absoluta; o sea, se convierte en la mentira indiscutible que nos arrastra, donde la felicidad, la salud y el progreso, el fin de la vida misma, parece derivarse del uso patológico de los combustibles fósiles, mientras se mantienen las percepciones ajenas detrás de la barrera —como en la COP egipcia— o directamente muriendo en el sofá de casa, delante de la tele, a base de snacks, enlatados, precocinados y ultracongelados sin olvidar las delicatessen, de llamativos colores e indefinibles sabores, amasados con las peores grasas del mercado; con el debido aporte de hidrógeno para que se aleje la fecha de caducidad; con harinas muertas, finadas y refinadas desprovistas de toda traza de alimento posible y con un aporte de calorías inhumano, concentrado en el exceso de sal y azúcares, que no aportan nada al organismo —nada que necesite, me refiero— y todo en dosis de dos por tres, tres por cuatro, packs de seis o en cajas de veinticuatro, como recomiendan las fabulosas ofertas que solo un estúpido dejaría escapar.

Namasté.

Más info: https://ayursmith.blogspot.com/

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