Opinión

Feliz año nuevo

Artículo de Daniel Jiménez, director de Noticias Positivas. No nos engañemos: el año nuevo real comienza siempre en septiembre, tras la larga, y muy necesaria, desconexión veraniega. Así lo sentíamos claramente en nuestra infancia, al término de las vacaciones estivales. Y de alguna manera sigue pasando también de adultos. Motivo por el que este primer lunes del noveno mes del año es una fecha más que apropiada para desear a todo el mundo el mejor arranque posible en esta nueva etapa. Que por otro lado, se parece muchísimo a la etapa anterior. Y es que esta necesidad humana de dividir el tiempo y de fijar hitos no deja de ser una convención. Y, como todas las convenciones, es una media verdad. O una media mentira. Como tantas cosas que nos contamos a nosotros mismos.

En su libro ‘Ébano’, el escritor y maestro de periodistas Ryszard Kapuscinski explica cuán diferente es el sentido del tiempo para los europeos y para los africanos. Mientras que para nosotros el tiempo es una dimensión completamente independiente, algo “absoluto, real y matemático” —en palabras de Newton— que nos condiciona y nos limita, para los nacidos más abajo del Estrecho, el tiempo es una categoría mucho más maleable y flexible. Y, sobre todo, es dependiente de lo que hacemos los seres humanos. “El tiempo, incluso, es algo que el hombre puede crear, pues, por ejemplo, la existencia del tiempo se manifiesta a través de los acontecimientos, y el hecho de que un acontecimiento se produzca o no, no depende sino del hombre”, asegura Kapuscinski.

En un pasaje del libro mencionado, el periodista narra sus dos horas de espera en la estación de autobuses de Accra, la capital de Ghana. El vehículo en el que iba a emprender el viaje no arrancó hasta que se llenó por completo. Porque lo importante no era la hora de partida. O mejor dicho, esa hora de partida no condicionaba a los viajeros, sino al contrario, porque son los viajeros los que dan forma al viaje.

De algún modo creo que esta concepción del tiempo, totalmente inmanejable en nuestro mundo, esconde una verdad esencial: los hitos temporales que realmente nos marcan en la vida tienen que ver, principalmente, con las personas que llenan esos momentos que hemos decidido destacar por alguna razón.

Por supuesto que un cambio de trabajo, de lugar de residencia o de situación económica nos afecta profundamente. Pero que salgamos más o menos airosos de estos vaivenes depende fundamentalmente de la solidez de nuestra red de afectos y apoyos.

Igualmente por esta razón, la llegada o la salida de personas importantes en nuestra vida siempre supone un antes y un después. Recientemente lo he vuelto a experimentar con la marcha, para siempre, de una de las personas más queridas para mí. Ocurrió además de la forma más dolorosa posible: de manera totalmente súbita e imprevista para todos. Sin que pudiera despedirse ni nosotros despedirnos de él.

Y claro, la vida, la nuestra al menos, sigue. Pero el tiempo sí que ha cambiado. Y tendremos que aprender a vivir este nuevo tiempo con su recuerdo, pero sin su presencia. ¿Y esto cómo se hace? No tenemos la respuesta. Pero sí que hemos aprendido algo: este nuevo tiempo lo tendremos que pensar y construir entre todos.

Así funciona siempre. El mundo no es nada más que lo que hacemos nosotros con él. Comenzando por las personas que lo habitan. Por eso, que este sea un año más o menos feliz va a depender de que nos esforcemos por cuidar de los demás. De los que dan sentido al tiempo de nuestra vida. Porque sin esas personas, el tiempo es solo un reloj que te apremia. Pero, si nos damos la mano, quizá podamos conseguir llenar los días de buenas historias. De esas que son tan buenas que siguen siendo rememoradas años después. Derrotando así, aunque sea por un instante, a ese tiempo frío y matemáticos. O al menos, haciendo que nos olvidemos del tiempo por un ratito, un ratito de esos tan buenos que nadie sabe, ni tampoco importa, lo que duró exactamente.

Imagen: Pixabay/anncapictures

One thought on “Feliz año nuevo

  • Para mí siempre el año ha comenzado en septiembre y qué gusto de mes, fresquito en la noche, tardes cálidas de esas que en cuánto refresca te entran ganas de volver a casa aún sin mirar el reloj. En realidad solo hace falta mirar, si se conoce, al mejor reloj que es el sol, que ya baja prontito en septiembre para que todos seamos conscientes de que al día siguiente hay cole.

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