De lo que vimos, vivimos y aprendimos
Artículo de Alex R. Pardo. Nos llegó, como caída del cielo en forma de maldición divina, ¡Penitenciagite! y nos tuvimos que encerrar en nuestras casas para que no acabara con nosotros. Aislamos a los contaminados en las residencias y nos aislamos, forrados con bolsas de basura, de los que sí tuvieron fuerza suficiente para llegar a los hospitales. ¡Vide cuando draco venturus est a rodegarla el alma tuya! ¡La mortz est super nos! Escondimos los cadáveres. ¡Ruega que vinga lo papa santo a liberar nos a malo de tutte las peccata!
La Santa Madre Ciencia inventó unas vacunas express, a base de agua bendita y mantras químicos, y pusimos todas nuestras esperanzas en ellas. ¡Ah, ah, vos pladse ista nigromancia de Domini Nostri Iesu Christi! Asistimos al bochornoso espectáculo que dio la comunidad internacional durante la Procesión de la Distribución del Santo Remedio en las zonas internacionales de los aeropuertos y aún en las nacionales, donde se dieron cita los instintos más bajos de la inhumanidad del ser. Luego nos dieron un carnet y nos dejaron andar por la calle. ¡Et mesmo jois m’es dols y placer m’es dolors… Cave il diablo! Semper m’aguaita en algún canto para adentarme las tobillas! Y tuvimos que separar, por herejes, a los que no se lo dieron, por negacionistas y adoradores del diablo. Hubo quién los acusó de asesinos y algunos fueron señalados y maltratados públicamente. ¡Pero Salvatore non est insapiens! Bonum monasterium, et qui si magna et si ruega dominum nostrum. Et il resto valet un figo secco. Et amen. No? Por fin, las aguas volvieron a su cauce.
Hoy, con la mutación completada y el genotipo debidamente alterado, surge un nuevo fenotipo que sin abandonar los hábitos del viejo modelo se adorna con tintes de moralina pospandémica convirtiendo el episodio dramático que vivimos en punto de referencia argumental. Ya no hay proyecto ni empresa, de la que se pueda decir moderna, que no lo tenga en cuenta y que no haga eslogan de las valiosas lecciones aprendidas. Vemos las mismas sonrisas en los mismos trajes vendiéndonos los mismos productos, pero con el componente sutil de la virulenta enseñanza, que junto con los biohabituales ecoprefijos no solo ayuda a que se haga imprescindible en los nuevos hogares sino que además convierten el gasto en inversión y su uso cotidiano en el camino indiscutible hacia un mundo mejor, apelando a una especie de nuevo Tao del consumidor consciente, que sin eliminar los viejos hábitos que nos trajeron hasta este punto nos conduce milagrosamente hacia la salvación con solo cambiar de marca.
Por otra parte, el verdadero camino hacia el mundo mejor, el que exige esfuerzo y provoca víctimas, el que en sí mismo ya constituye el único mundo mejor que podremos lograr, las nobles intenciones de siempre se han visto reforzadas por una epidemia que nos dejó ver lo bueno de que el ser humano se recluya en casa y deje el mundo en paz aunque solo sea durante intervalos cortos de tiempo. Esto supone un empujón en la conciencia colectiva desinteresada como se puede ver por la proliferación de proyectos como los replanteamientos energéticos que propone la Amiga de la Tierra, Vanessa Álvarez, a través de sus Comunidades Energéticas gestionadas directamente por los usuarios —algo así como la cooperativa de supermercados La Osa, quiero suponer, pero a nivel energético— o la urgencia de una conciencia ecológica general, de la que ya se ocupan numerosas organizaciones, que empiece de una vez a impregnarse en las limitadas mentes de nuestros representantes y que a día de hoy, en Madrid, se escucha a gritos de ¡no a la tala!; en Coruña, en forma de feria exposición anual de BioCultura y Ecoturismo mientras que en Honduras se cobra las vidas de Aly Domínguez y Jairo Bonilla en un turbio asunto millonario, energético e internacional, como no puede ser de otra manera, llamado esta vez Agua Zarca, suceso trágico y lamentable, pero que junto con los demás revelan el fondo de humanidad que ha de dirigir nuestros actos y nuestros propósitos; el espíritu de ayuda y servicio inherente a nuestra condición natural, bien sabida, por cierto, desde tiempo inmemorial, y revelada de nuevo por la tragedia del COVID que nos mostró, a las bravas, como acostumbra la Divinidad, la condición efímera propia de la existencia.
Vimos como se extenuaron los médicos, trabajando sin descanso mientras veían contagiarse y morir a sus propios compañeros. Vimos como los ciudadanos daban salida a sus emociones contenidas reivindicando a golpes de cacerola dicho sacrificio y denunciando al cielo la exasperante inhumanidad de la que es capaz el ser político. Y vimos, también, como poco después todo esto caía en el olvido.
¡Penitenciagite!
Vimos la esencia del ser humano porque vimos que cuando parece estar todo perdido y que ya nada se puede hacer, el simple acto de ayudar a un vecino enfermo nos proporcionaba un estado de plenitud desconocida. Ayudar y servir es nuestra naturaleza sin disfraz. La plenitud, el estado natural del ser. La naturaleza, el ser en su estado completo. Yo ayudo a los míos, tú a los tuyos y él a los suyos y entre míos, tuyos y suyos estamos todos, y, todos, ayudamos a nuestro entorno, que no es otra cosa que nuestra parte externa, así es como sobrevive la unidad. En el exceso y la opulencia las relaciones humanas se dirigen a través de la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza, que con suerte, en la pequeña parte civilizada del mundo, —no digamos ya en la otra—, se mantienen en estado latente, camufladas entre fórmulas de cortesía, reprimidas por miedo a las consecuencias.
¡Penitenciagite!
Parece ser que hace falta una catástrofe de proporciones bíblicas de tanto en tanto para ponernos delante de los ojos al ser humano al desnudo, tal y como es, que provoque un ejercicio de recapitulación. Pero poner delante de los ojos y ver son cosas muy diferentes, no digamos ya aprender de ellas, se necesita la humildad del reconocimiento de haber estado equivocado, y de esto, que no es más que el primer paso, ya casi nadie es capaz.
¡Vide cuando draco venturus est a rodegarla el alma tuya! ¡La mortz est super nos! ¡Ruega que vinga lo papa santo a liberar nos a malo de tutte las peccata! Etc.