Opinión

Salud o Vida Sana… That is the Question

Artículo de Alex R. Pardo. Salud, nos dice la Real Academia entre otras posibles acepciones, es un estado en el que un ser orgánico ejerce todas sus funciones con normalidad. Como consecuencia, vida sana, además de ser una de las secciones de Noticias Positivas, como todo el mundo sabe, es una forma de vida que permite a un ser orgánico ejercer sus funciones normalmente, con la soltura y fluidez que a su especie le haya sido asignada por la naturaleza, el Ser Supremo o quien se ocupe de este tipo de asignaciones.

Pero resulta que salud es un término que nunca va solo, a no ser que se utilice como expresión cortés, en cuyo caso, va precedido de una situación provocadora, como puede ser un brindis o un encuentro durante un paseo campestre; ya que nada hay ni en el mundo físico ni en el de las ideas que camine independiente y que no haya sido estimulado por un suceso anterior o que no despierte ni el más mínimo afecto que derive en un episodio nuevo de este eterno culebrón.

Y ya que por sí misma poco más que nada es esto de la salud y que parece necesitarse de la enfermedad para poder deducir su existencia, ocurre lo mismo con su expresión hablada o escrita, necesita de contexto, de un entorno específico que, a modo de enfermedad, resalte su valor oculto y muestre así su grandeza, que bien la tiene aunque no se dé tanto bombo ella sola, para poder adorarla y hacer de ella profesión digna y digno profesional a su practicante.

Así que: si, por ejemplo, le decimos pública, le estamos dando un baño de nobleza que parece que nadie pueda quedar fuera de su alcance, ya que por muy lejos que uno viva o miserable que sea siempre habrá una cama para él en algún lugar cercano, tal cosa se le supone a lo público. Luego viene la realidad, nos despierta del ensueño, y entonces la salud pública se muestra como es, sin camas suficientes, sujeta a la experiencia que cada ser orgánico haya tenido con ella y dejando, con cada matiz, una definición nueva e indiscutible.

Lo que de ella nos dice la Real Academia ya no sirve de nada, las ‘condiciones mínimas de salubridad de un pueblo’ es un asunto demasiado genérico. El concepto ha evolucionado, se ha convertido en organismo y el organismo en pilar, con su escudo y su bandera, ahora la salud va asociada a un conjunto de leyes, usos y costumbres que nos identifican y nos diferencian como pueblos: ¡La salud en Madrid! ¡La salud en Cuba!… Nos gritamos unos a otros como ejemplo de buen o mal hacer.

Y si en lugar de pública le decimos privada, más de lo mismo, o peor. Salud pasa a ser un complemento casi sin importancia de lo que realmente tiene valor: ¡Lo privado es bueno! ¡Lo público no funciona!… Al final, siempre habrá quien con mirada ausente se deshaga en halagos evocando emotivos recuerdos de cualquiera de ellas y a quien se le hinche la aorta con solo nombrar a una o a otra. Pero casi nadie habrá que necesitándola de urgencia y pudiéndosela costear no haga uso de la que considere mejor, que siempre suele ser, por cierto, la misma. Lo cual, nos deja muy claro que salud, sin ser nada, es soporte de todo y que sin ella no hay idea que se sostenga ni firmeza de principios ni moral incorruptible ni cuento que contar. La salud con adjetivo nos aleja de la vida sana, nos enferma, y, lejos de aquel paseo por el campo o de aquel brindis con los amigos, sinónimo de la imperceptible salud original, su adjetivo nos hace perder el norte y nos saca de quicio.

Aún es peor, si cabe, si se le pone delante «centro de», en este caso se produce un curioso desplazamiento de ideas en su significado original, y si bien es cierto que se siguen fijando en las funciones propias del organismo humano, la normalidad que restauran no es la funcional del ser orgánico sino la acostumbrada por el ser social. Una normalidad muy poco normal en la mayoría de los casos. Y aunque esto que digo parezca una contradicción en sí mismo, lo es y no lo es, —aquí no hay cuestión que valga—, ya que normal puede ser tanto aquello que sucede de manera habitual como aquello que se halla en su estado natural, pudiéndose deducir de ello que normal es todo aquello que de alguna manera puede suceder, sea de manera habitual, natural, esporádica o artificial, lo cual sin duda es cierto, ya que implícitamente define como anormal a todo aquel suceso que no puede ocurrir, como por ejemplo, que en un centro de salud te obliguen a seguir una dieta, apagar la televisión, hacer ejercicio, beber agua y a dejar de criticar a los demás por la espalda antes de extenderte una receta para calmar la ansiedad.

Sin embargo, de todas las opciones, la más espantosa es sin duda también la más evolucionada y la que hace del ser orgánico sapiens un ser no solo diferente sino de orden superior. La opción a la que me refiero es la que antepone «seguro de» al término que nos ocupa. Y si, además, se acompaña de resolución judicial firme por la cual se haga obligatorio a todo ciudadano la posesión de una póliza de cobertura básica, con la posibilidad de ir añadiéndole órganos o terapias, mejor.

Básico + páncreas y las paperas del niño o completo sin apéndice con insulina pueden ser ejemplos de pólizas ampliadas, por supuesto de elección libre y a la carta, según gusto, y asequibilidad. Así ya podremos decir no solo que estamos salvados sino que hemos creado un sistema de salvación que nos permite continuar con nuestra normalidad de culebrón sin apartar la vista de nuestros ombligos, ya que hemos creado un sistema que se ocupa de limpiar la sangre que va quedando a nuestro paso, determinando las responsabilidades por nosotros a cambio de una tarifa mensual, con lo cual, ya solo tenemos que preocuparnos de engordar nuestra cuenta corriente. Sistema que perfectamente puede almacenarse dentro de una máquina artificial, como está a punto de suceder, y que no necesita ni siquiera ser inteligente, ya que no requiere de rasgo humano alguno y que puede y ha de servir como ejemplo para todos aquellos países en vías de…, que aún andan en…, y que algún día tendrán que elegir —en realidad ya lo están haciendo— entre hacerse una póliza en el sistema o morir de hambre, sin nada, mientras nosotros seguimos atentos a nuestros ombligos, no se nos vayan a llenar de pelusa.

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